Lo que el miedo no te deja decidir
El miedo es parte de la vida. Está ahí para protegernos. Nos avisa cuando algo podría salir mal, cuando no tenemos el control, cuando lo desconocido nos espera a la vuelta de la esquina. Y, sin embargo, muchas veces el miedo no solo nos protege… también nos encierra.
Conozco a muchas personas buenas, inteligentes, responsables, que saben lo que deberían hacer, pero no lo hacen. No porque no quieran, sino porque el miedo las tiene detenidas. Miedo a gastar, miedo a equivocarse, miedo a lo que los demás van a pensar. O, más profundamente, miedo a aceptar que la vida es frágil y que un día puede cambiar sin avisar.
El miedo tiene una forma curiosa de disfrazarse. A veces se disfraza de postergación. “Después veo eso”, decimos. Otras veces se disfraza de duda: “No estoy seguro, mejor lo pienso más”. Y muchas veces se disfraza de optimismo: “No va a pasar nada, todo va a estar bien”. Y sí, ojalá todo esté bien. Pero ¿y si no?
Vivir con propósito no es vivir sin miedo. Es tenerlo, mirarlo de frente y avanzar igual. Es tomar decisiones conscientes, aunque den un poco de vértigo. Es entender que no decidir… también es una decisión.
Una vez hablé con un hombre que perdió a su esposa en un accidente. Me dijo: “Yo siempre supe que tenía que hacer ciertos arreglos, pero no quería pensar en lo peor. Ahora me doy cuenta de que pensar en lo peor, no es pesimismo. Es responsabilidad”. Esa frase me quedó grabada.
No estamos aquí para vivir con angustia, ni para llenarnos de precauciones que nos impidan disfrutar. Pero sí para hacernos cargo de lo que sí está en nuestras manos. De eso se trata este blog, de vivir con propósito. Y parte del propósito es la valentía de actuar, aunque no haya garantías. Aunque dé miedo.
Si hoy hay algo que vienes postergando —una conversación, una decisión, una revisión de tus planes— pregúntate si es realmente por falta de tiempo… o si hay un miedo que no has querido mirar. Tal vez el miedo está tratando de protegerte, pero tú ya no necesitas protección. Necesitas libertad. Libertad para decidir con claridad, con intención, con amor por ti y por los tuyos.
El miedo no se va. Pero cuando lo enfrentamos, se vuelve más pequeño. Y detrás de él, casi siempre, está la vida que queremos vivir.
Tal vez ahora mismo estás pensando en alguien que depende de ti. O en ese documento que dejaste a medias. O en esa conversación que has evitado por no saber cómo empezar.
No hace falta resolverlo todo hoy. Pero sí hace falta comenzar. Hoy puedes dar un pequeño paso: agendar una conversación, buscar asesoría, hacer una lista, dejar una carta. Lo que sea… pero que ayude a sembrar tranquilidad para los que más amas.
Empieza hoy. No esperes que la vida te obligue a hacerlo a las carreras.
Una decisión a tiempo puede ser el regalo más grande que les dejes.