Tratando de Conocer a los Estadounidenses I

Protestantes, judíos y latinos: tres herencias que han forjado un país

Cuando tratamos de entender por qué Estados Unidos se convirtió en una de las naciones más poderosas e influyentes del mundo, solemos hablar de factores como la abundancia de recursos naturales, la innovación tecnológica o la inmigración masiva. Todo eso es cierto. Pero detrás de esas explicaciones hay algo más profundo: la idiosincrasia cultural y espiritual de las comunidades que lo han moldeado.

Entre ellas destacan tres que, aunque llegaron en épocas distintas y bajo circunstancias muy diferentes, compartieron un rasgo común: transformaron la adversidad en motor de progreso. Hablamos de los protestantes que colonizaron el país, los judíos inmigrantes que llegaron en masa en los siglos XIX y XX, y los latinos, que hoy constituyen la minoría más numerosa y vibrante.

Los protestantes: la ética del trabajo como cimiento

Los primeros colonos protestantes —puritanos y calvinistas— llegaron al territorio estadounidense en el siglo XVII huyendo de persecuciones religiosas. Su fe les enseñaba que el trabajo duro, la disciplina, el ahorro y la puntualidad eran virtudes espirituales.

Su aporte principal estuvo en:

Agricultura y colonización: construyeron granjas, pueblos y comunidades autosuficientes.

Instituciones: fundaron universidades, iglesias y sistemas de autogobierno local.

Cultura nacional: sembraron la idea del self-made man y del sueño americano, donde cada individuo es dueño de su destino.

Esa “ética protestante” dio forma a un país que valora la productividad, la seriedad y la autosuficiencia como virtudes esenciales.

Los judíos: educación y resiliencia convertidas en excelencia

Siglos después, millones de judíos llegaron huyendo de pogromos, pobreza y antisemitismo en Europa del Este y Rusia. Muchos llegaban sin nada, pero con una tradición de estudio, resiliencia y solidaridad comunitaria.

Su aporte se nota en sectores clave:

Ciencia y medicina: un porcentaje desproporcionado de premios Nobel estadounidenses son judíos.

Cultura y entretenimiento: fueron pioneros en Hollywood, la música y el teatro.

Finanzas y derecho: influyeron en bancos, bufetes y grandes corporaciones.

Derechos civiles: participaron activamente en movimientos de justicia social.

Aunque son solo el 2% de la población, su influencia se multiplicó gracias a la educación y a una fuerte red comunitaria.

Los latinos: energía joven y cultura viva

Hoy, los latinos son más de 60 millones en Estados Unidos, la minoría más grande y la más joven. Nuestra historia también es particular: no llegamos todos de golpe, sino en oleadas diversas desde México, Centroamérica, el Caribe y Sudamérica. Algunos incluso nunca “llegaron”, porque ya estaban aquí desde antes, cuando el suroeste del país pertenecía a España y luego a México.

Nuestros aportes son igualmente visibles:

Economía y trabajo: base en agricultura, construcción, servicios, gastronomía y transporte.

Cultura y lengua: el español es el segundo idioma, y la música, la comida y las tradiciones latinas enriquecen la identidad estadounidense.

Deportes y entretenimiento: desde el béisbol hasta la música global, los latinos marcan tendencias.

Demografía y futuro: con una población joven, estamos moldeando la fuerza laboral y el panorama político de las próximas décadas.

Nuestra resiliencia y alegría nos han permitido prosperar aun enfrentando barreras como el idioma, la discriminación o la falta de oportunidades iniciales.

Tres herencias, un mismo patrón

Si miramos con atención, protestantes, judíos y latinos comparten un mismo patrón: pequeños al inicio, perseguidos o marginados, pero capaces de convertir esa adversidad en un motor de progreso colectivo.

Los protestantes pusieron los cimientos con su ética del trabajo.

Los judíos dieron excelencia intelectual, cultural y financiera.

Los latinos aportan energía joven, trabajo incansable y una cultura vibrante que asegura el futuro.

Mensaje final para nosotros, los latinos

La historia de Estados Unidos demuestra que el progreso de este país siempre ha estado ligado a comunidades que supieron transformar la adversidad en fuerza. Los protestantes pusieron los cimientos con su ética del trabajo, los judíos aportaron excelencia intelectual y cultural, y los latinos ya estamos escribiendo nuestra propia página con esfuerzo, creatividad y juventud.

Hoy no es una promesa futura: ya somos parte del motor de esta nación. Lo vemos en los campos donde cultivamos, en las casas y ciudades que construimos, en los restaurantes y negocios que levantamos, en la música que llena estadios, en los deportistas que hacen historia, en la política donde cada vez tenemos más voz.

Nuestro reto ahora no es empezar, porque ya empezamos. El verdadero desafío es seguir creciendo juntos: valorar la educación, apoyarnos mutuamente, ser disciplinados sin perder la alegría, y transformar nuestra fuerza colectiva en influencia positiva para las próximas generaciones.

Porque vivir con propósito, aquí y ahora, significa reconocer que ya somos protagonistas del sueño americano, y que con cada paso que damos lo estamos transformando también en un sueño latino.


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