Cuando todo te bloquea

lecciones de propósito desde los pasillos del poder

A menudo miramos el mundo de la política como si se tratara de un espectáculo lejano, un juego de poder que poco o nada tiene que ver con nuestras vidas. Vemos a presidentes, jueces, congresistas, y los imaginamos atrapados en batallas que no nos tocan. Pero lo cierto es que, si prestamos atención, el eco de esos enfrentamientos resuena en nuestro propio camino. Lo que le ocurre al presidente Donald Trump al tratar de cumplir su agenda es, en esencia, lo que nos ocurre a todos al intentar cumplir nuestros sueños. Y al observar cómo, durante su mandato, el presidente Trump ve su agenda bloqueada una y otra vez por jueces menores, podemos encontrar lecciones profundas sobre lo que realmente importa al intentar vivir con propósito.

Trump llegó al poder con promesas claras, con un proyecto que sus millones de votantes esperaban ver convertido en realidad. Sin embargo, se topó con un muro invisible —y no el de ladrillos que buscaba construir en la frontera, sino uno mucho más resistente: el de los límites legales, las instituciones, los jueces que, en nombre de la Constitución, detienen decretos, congelan decisiones, demoran cambios. Y ese presidente, elegido democráticamente, encontra en cada intento de avanzar un freno que le obligaba a esperar, a justificar, a volver a empezar. ¿Qué lección podemos tomar de esto? Que no basta con tener poder, ni con tener una intención declarada; lo que realmente importa es cómo reaccionamos cuando lo que soñamos se encuentra frente a un “no”.

Porque, así como un juez puede paralizar la orden de un presidente, la vida coloca delante de nosotros barreras igual de firmes. Quieres emprender un negocio y de repente aparece el miedo al fracaso. Quieres iniciar un camino hacia una vida más sana, y las dudas y el cansancio se convierten en ese juez que bloquea tu propósito. Quieres salir de una relación tóxica, pero el temor a la soledad levanta su orden judicial en tu corazón. Y es entonces cuando el propósito es puesto a prueba, porque vivir con propósito no es simplemente tener un sueño o un plan: es la capacidad de sostenerlo, incluso cuando parece que todo conspira para que no suceda.

En el caso de Trump, cada bloqueo judicial es un llamado a rediseñar, a buscar alternativas, a apelar, a construir nuevas rutas. Lo mismo pasa con nosotros: los bloqueos son inevitables, pero no son el final del camino. Son una invitación a preguntarnos: ¿qué tan comprometido estoy con mi propósito? ¿Es un capricho pasajero o una verdad que arde en mí y que merece ser defendida con paciencia, con inteligencia, con creatividad? La vida, como el sistema judicial, no nos dice siempre “no” porque sí; a veces nos obliga a detenernos para fortalecernos, para que lo que queremos construir tenga bases más sólidas y no se derrumbe al primer viento en contra.

Es fácil imaginar que, en política, como en la vida, los bloqueos son enemigos. Pero a veces son los mejores aliados. Un presidente que es forzado a justificar sus decisiones ante los jueces puede descubrir que su plan necesita ser más justo, más equilibrado. Y un ser humano que es frenado en su impulso inicial puede encontrar que su sueño merece ser pensado mejor, con más amor, con más respeto por sí mismo y por los demás. El bloqueo, entonces, no destruye el propósito; lo pule. Lo hace más auténtico. Lo hace real.

Vivir con propósito es, en el fondo, aprender a gobernarnos a nosotros mismos con la misma fuerza, la misma convicción, la misma humildad con la que un líder debería gobernar un país. Y así como un presidente necesita instituciones que lo equilibren, nosotros necesitamos también nuestros propios frenos internos: la reflexión, la conciencia, el diálogo honesto con nuestras verdades más profundas. Pero no para paralizarnos, sino para asegurarnos de que cada paso que damos esté realmente alineado con lo que somos y con lo que queremos llegar a ser.

En los años de su mandato, Trump comprendió que el poder no está solo en las órdenes que se dan, sino en la capacidad de adaptarse, de resistir, de seguir empujando el proyecto pese a las resistencias. En la vida sucede lo mismo. Lo que realmente importa no es cuántas veces intentas, ni siquiera cuántas veces logras el objetivo. Lo que realmente importa es que, a pesar de los bloqueos, no traiciones tu propósito. Que sigas adelante. Que sepas esperar el momento oportuno. Que uses cada freno como una oportunidad para crecer, para afinar tu plan, para ser mejor.

Así que la próxima vez que sientas que el mundo te dice “no”, piensa en esos jueces, piensa en ese presidente, y recuerda: el verdadero poder no está en evitar los bloqueos, sino en no perder de vista lo que viniste a construir. Eso, y solo eso, es lo que realmente importa.

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Ama a tu prójimo como a ti mismo