El riesgo de chatear

¿Estamos empobreciendo nuestras comunicaciones?

Vivimos en un mundo donde la tecnología nos permite estar en contacto permanente. Sin embargo, la forma en la que nos comunicamos ha cambiado de manera drástica. Hoy es común que una gran parte de nuestras conversaciones se den a través de mensajes de texto, chats de WhatsApp, Slack o redes sociales. Y aunque estas herramientas nos ofrecen inmediatez y comodidad, también nos están alejando de la esencia de la comunicación humana: el encuentro, la voz y la mirada.

Cuando escribimos un mensaje de texto, perdemos matices fundamentales: el tono de voz, la expresión del rostro, los silencios que dicen tanto como las palabras. Todo eso se desvanece detrás de una pantalla, y lo que queda muchas veces es un intercambio frío, ambiguo y, en muchos casos, pobre. No es casual que los malentendidos en los chats sean tan frecuentes: un mensaje breve o un emoji no reemplazan el impacto de escuchar el timbre de una voz o de mirar a alguien a los ojos, aunque sea a través de una cámara.

Las conversaciones verbales —ya sea en persona o por plataformas como Zoom— nos invitan a estar presentes. Exigen que escuchemos de verdad, que captemos las emociones del otro, que respondamos no solo con palabras sino con gestos, con nuestra atención completa. Cuando conversamos de manera verbal y con contacto visual, se fortalece la confianza, se reducen los malentendidos y se enriquece el vínculo. En cambio, cuando nos limitamos al chat, la comunicación se vuelve superficial, y corremos el riesgo de perder la profundidad y el propósito en nuestras relaciones.

Vivir con propósitos también implica comunicarnos con intención. No se trata solo de enviar y recibir información, sino de construir relaciones auténticas y significativas. Si queremos que nuestras palabras tengan impacto, necesitamos atrevernos a levantar el teléfono, encender la cámara o, mejor aún, buscar oportunidades para el encuentro cara a cara. Estas formas de comunicación nos permiten conectar desde lo humano, desde lo genuino, desde ese lugar donde se forjan los lazos que realmente transforman.

Esto no significa que debamos eliminar el chat de texto. Es una herramienta útil para asuntos prácticos, para coordinar o resolver lo inmediato. Pero no dejemos que reemplace las conversaciones que importan. Preguntémonos: ¿Hace cuánto no llamamos a un ser querido solo para escuchar su voz? ¿Cuándo fue la última vez que vimos el rostro de un amigo mientras nos contaba cómo se siente?

La invitación es simple: elige el tipo de comunicación que refleje el valor que le das a la relación. No permitas que el chat convierta tus diálogos en algo mediocre. Escucha. Mira. Habla. Porque es en ese encuentro donde empieza la verdadera conexión.

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