¿Qué dice usted después de decir Hola?
Hacer amigos en EE.UU.
Hacer amigos en Estados Unidos es, para muchos latinos, un desafío inesperado. Y es que, seamos honestos, lo difícil no es decir “Hello”, lo complicado viene justo después: ¿qué dice usted después de decir Hola? Ahí es cuando empiezan las dudas, los silencios incómodos, y a veces hasta el arrepentimiento de haber saludado.
En nuestra cultura, la amistad es casi automática. Un “hola” en una fiesta puede convertirse en un “vente mañana a almorzar a mi casa” sin mayor trámite. En cambio, aquí uno se queda esperando la invitación… y la invitación nunca llega. El saludo se queda flotando en el aire como un globo que nadie agarra.
Es fácil entonces refugiarnos en lo que conocemos: la comunidad latina. Allí no hay necesidad de romperse la cabeza pensando qué decir después del saludo. Ya todos sabemos cómo va la cosa: una broma, un abrazo, la propuesta de una parrillada o un cafecito. Pero si nos quedamos solo en esa comodidad, terminamos viviendo en una burbuja segura… y pequeña. Vivimos en el país, sí, pero no somos parte de él.
Al principio creemos que el problema es el idioma: que el acento nos delata, que nos vamos a trabar, que no vamos a entender las bromas. Pero no, la cosa va más allá de la gramática. El verdadero reto está en cómo se construyen las amistades aquí. En América Latina, la confianza se gana en una tarde. En Estados Unidos, la amistad se cocina a fuego lento: pequeñas interacciones, conversaciones cortas, encuentros repetidos. Aquí, la amistad es como un café de filtro: hay que dejarlo pasar varias veces para que tome sabor.
Y claro, aparece el famoso small talk. Ese bendito “hablar del clima”, que para nosotros puede sonar como un desperdicio de saliva. Pero en este país, el small talk es un ritual. Es el equivalente a tantear el terreno, a ver si la otra persona está dispuesta a abrirse. No hay que despreciarlo: es el puente que conecta el “hola” con una conversación de verdad.
Por eso, cuando uno se pregunta “¿qué digo después de decir hola?”, la respuesta puede ser tan simple como: “¡Qué frío hoy, verdad?” o “¿Viste el partido de anoche?”. Parece poca cosa, pero es la llave que abre puertas.
Ahora, no basta con el saludo y dos comentarios sobre el tráfico. Para que las relaciones avancen, hay que poner el cuerpo en lugares donde las conexiones suceden: una clase, un club deportivo, un voluntariado, un grupo de senderismo. Porque aquí la amistad no nace del azar, sino de la constancia. Es la repetición lo que convierte a un conocido en amigo.
Y llega el momento de la prueba de fuego: tomar la iniciativa. No podemos esperar siempre que el otro dé el primer paso. Un “¿quieres ir por un café?” o un “avísame si quieres salir a correr” puede ser el inicio de una amistad verdadera. Sí, puede que nos digan que no, pero eso no significa que siempre será así. Recordemos que hasta el rechazo es parte del juego.
Lo más bonito es que nuestra identidad latina no es un obstáculo, es un plus. Nuestra calidez, nuestra risa espontánea, nuestra costumbre de abrir la puerta de la casa como si fuera una plaza pública, son cualidades que muchos aquí aprecian y hasta envidian. No se trata de cambiar para encajar, sino de sumar: llevar lo mejor de lo nuestro y aprender lo mejor de lo suyo.
Así que, la próxima vez que salude y se quede con la incómoda pregunta en la cabeza —¿qué digo después de decir hola? — respire tranquilo. La respuesta no tiene que ser un discurso brillante ni un chiste perfecto. A veces, basta con un comentario ligero, una sonrisa, o una invitación sencilla. Porque en este país, la amistad no se acelera, se cultiva. Y si se cultiva, florece.
Al final, lo que hará la diferencia en nuestra vida en Estados Unidos no es solo el trabajo ni la estabilidad económica, sino las relaciones que logremos construir. Y esas, créame, empiezan con algo tan simple como atreverse a seguir la conversación después de decir “hola”.